La Famille charismatique que nous appelons: Carmel Palautien, est composée des Carmélites Missionnaires Thérésiens et des laïcs avec lesquels ils partagent le charisme et la mission.

Notre charisme est un don du Saint-Esprit à l’Église et, par conséquent, il peut être vécu de différentes manières selon notre propre vocation religieuse ou laïque. Dans le projet initial du fondateur, les laïcs avaient une part importante et, fidèles à cet esprit, les CMT ont trouvé dans leur cheminement d’autres qui partagent la même vocation à l’Église que sont les laïcs.

Conscients que le don du charisme précède son incarnation dans le contexte des consacrés et des laïcs, nous nous sentons tous appelés à boire au  même puit et à vivre le même charisme dans notre vocation spécifique.

Dans notre famille charismatique, la vie religieuse met à jour en permanence la suite du Christ Église, l’absolu de Dieu, tandis que chez les laïcs, chaque membre, dans son état et dans sa situation de vie, s’engage au service de la communauté des prochains pour avancer vers une société plus juste, plus pacifique et plus solidaire (Statuts MILPA).

Les CMT et les laïcs sont bien plus que des partenaires stratégiques; ils occupent une place complémentaire et commune. Nous sommes simplement une famille.

Étant profondément palautiens, nous sommes aussi profondément carmélites. Consacrés et laïcs, nous nous intégrons dans la grande famille spirituelle du Carmel Thérésien.

 

Las Carmelitas Misioneras Teresianas (CMT), somos una Congregación de origen español fundada en Ciudadela (Menorca) en 1860 por el carmelita descalzo FRANCISCO PALAU QUER, de Jesús María José OCD.

Nacimos de la experiencia carismática del Padre Francisco Palau sobre el misterio de la Iglesia. El ideal de evangelización y promoción de la vida espiritual, anima toda nuestra vida consagrada. Somos una Congregación misionera, con espiritualidad eclesial y mariana. Esta espiritualidad configura nuestra vocación como Iglesia, en la Iglesia y para la Iglesia.

Nuestro carisma específico es “contemplar, expresar y anunciar la belleza de la Iglesia, misterio de comunión”. Iglesia experimentada como Dios y los prójimos, y contemplada en María, tipo perfecto y acabado de la misma.

Las carmelitas misioneras teresianas vivimos, en clima de familia, la contemplación, la fraternidad y la misión.
Oramos como Iglesia. Tratamos de descubrir en la oración las necesidades del Cuerpo Místico de Cristo.
Somos familia de hermanas, que hace visible la Iglesia, desde la sencillez y la alegría compartida. Tratamos de hacer de cada una de nosotras y de nuestras comunidades una “pequeña Iglesia », signo visible y creíble del gran misterio de comunión eclesial.

Somos anunciadoras de la belleza de la Iglesia y, a través de nuestras obras de apostolado, nos ponemos a su servicio. Asumimos el reto de ser en nuestro mundo de hoy testigos de la solidaridad, la paz y la unión entre todos los pueblos.
Por ser familia carmelita, vivimos la oración como « trato de amistad » con Jesús, Amigo y Esposo y en ella nos ofrecemos y comprometemos a servirle en su « cuerpo místico crucificado », según consigna de nuestro Fundador. Forma parte de nuestra pastoral todo cuanto contribuye y ayuda a la persona a permanecer abierta a la trascendencia, desde la dimensión espiritual humana. Queremos ayudar a descubrir el misterio del hombre y colaborar a encontrar respuesta a los grandes interrogantes de la propia vida. Presentamos a Jesucristo y su mensaje como proyecto de vida.

Nuestra familia vive la vida teologal, sobria y sencillamente contemplativa del misterio y de la Sagrada Escritura. Cristocéntrica y eclesial en el amor a Cristo y a los prójimos, vivido en la unidad y alimentado en la Eucaristía, misterio de presencia y comunión, que hace crecer y edifica la Iglesia.

Es familia mariana en su piedad filial la Virgen del Carmen, madre y hermana, medianera e intercesora que, en su culto y advocación, quiere ser reconocida y anunciada como « el tipo más vivo, perfecto y acabado de la Iglesia »

Entre las devociones más íntimas y arraigadas en nuestra familia religiosa, destaca con fisonomía propia la veneración a San José, maestro y modelo de oración y de servicio

Como modelos de vivencia evangélica presentamos a Francisco Palau, a nuestros grandes maestros carmelitas, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Teresa de Lisieux, patrona de las misiones,.

No podemos olvidar a la generación de almas sencillas que fueron nuestras antecesoras y recreadoras del Carisma Palautiano y que tipificamos modélicamente en la H. Teresa Mira García. Ellas han ejercido una verdadera promoción de la vida espiritual en su despliegue de ternura y amor al prójimo.

Nuestro carisma, “El Carisma de la Comunión”, es un regalo del Espíritu a la Iglesia, para toda la humanidad. Es por esto que este regalo no ha sido dado exclusivamente a la vida religiosa, sino también, a los laicos.

En el Carmelo Palautiano coexisten muchas vocaciones específicas y formas de vida diferentes; todas unidas y teniendo como centro a la Iglesia. Todos nosotros, ya sean religiosas, comunidades, matrimonios o laicos particulares compartimos carisma, y por está razón también vida y misión. De ahí nace nuestra misión compartida, vida compartida y carisma compartido.

Actualmente existen dos formas de Laicos que son parte de nuestra familia: MILPA; Comunidades Carismáticas que comparten la vida desde el espíritu Palautiano, y los Laicos en Misión Compartida.

Los Misioneros Laicos Palautianos (MILPA), somos comunidades fraternas que hemos descubierto nuestro Carisma Palautiano, regalo del Espíritu. Y nos hemos sentido llamados a vivir nuestra vocación laical de manera comunitaria al estilo Palautiano, en la triple dimensión de: Oración, Fraternidad y Misión al servicio de la Iglesia.

Somos un movimiento promovido y asociado a las Carmelitas Misioneras Teresianas y junto a ellas formamos familia en el Carmelo Palautiano.

Las relaciones fraternas y la amistad; la sencillez y la cercanía en el trato; la humildad y la valoración positiva del otro; el espíritu de equipo en colaboración y apertura, son los rasgos fundamentales que les caracterizan en la vida cristiana (familiar, profesional y social).

El estilo de vida MILPA fomenta particularmente:

  • Las relaciones fraternas y la amistad; la sencillez y la cercanía en el trato; la humildad y la valoración positiva del otro; el espíritu de equipo en colaboración y apertura.
  • La defensa de la vida y de los derechos humanos.
  • El interés por la lectura de la Palabra de Dios.
  • La celebración de los Sacramentos y la práctica de la oración.
  • Las practicas de devoción mariana en diversas advocaciones de la Madre de Dios, especialmente la Virgen del Carmen.
  • La dedicación de tiempo y medios al estudio de la figura y escritos de Francisco Palau, Teresa de Jesús y otros santos, maestros y testigos del Carmelo.
  • La educación en valores y la actualización en el conocimiento del pensamiento y cultura de la época, como lo practicara y enseñara Francisco Palau en su famosa Escuela de la Virtud.